27 de septiembre de 2011

Nueva sesión de fotografías callejeras con el móvil. Hay dos tipos de gente: los que tienen el móvil lleno de fotos de parejas/amigos/sobrinos/mascotas/hijos y los que de tanto en tanto hacen una foto de algo curioso que encuentran por la calle. Podría tener mi móvil lleno de fotos de familiares y amigos desde los 0 a los 99 años pero es que creo que eso de tener fotos en la cartera/móvil y enseñárselas al primero que pasa aunque no lo haya pedido lo veo un poco grosero, lo que pasa es que en un país de maleducados como España la que quedo mal soy yo.
Esta es una de mis preferidas, cuando olvido que fue realizada un día triste en una fechas muy tristes. Los comerciantes de la calle Major de Sarrià sí que tienen claro en qué consiste el espíritu navideño, para qué vamos a andarnos con hipocresías religiosas.

No sé dónde me encontré este coche, pero para mí que era de un estudiante de bellas artes con cierto odio hacia la autoridad.

Como técnica decorativa la verdad es que no tiene precio.

En pleno barrio de Villaverde, mientras yo estaba a punto de ir a la comisaría de policía porque pensaba que me habían robado el coche (en realidad estaba aparcado en la calle paralela, muy parecida a ésta), veo un deportivo de poca monta con las cosas muy claras. Es importante saber las limitaciones de cada uno.

Cuando digo "deportivo de poca monta" me refiero a este tipo de coche, no reconozco la marca, pero entre el color y el estado de la chapa creo que pertenece a uno de esos a los que el Maromo llama "quiero y no puedo".

 La información que da en el resto de complementos me reafirma en la impresión de que los hombres utilizáis el coche para compensar vuestra calvicie/sobrepeso/estatura/fealdad/pichacorta. Supongo que es mejor para la economía mundial que hincharse a chocolate o comprarse zapatos que alivien los complejillos como hacen las mujeres.

25 de septiembre de 2011

Quinta etapa Sarria-Santiago o "La agonía y el éxtasis"

SANTA IRENE-SANTIAGO (23 km y ya se acaba esto)

Por primera vez desde que empezamos el Camino, me despertó la alarma del móvil, y no el ruido de los peregrinos más madrugadores; así de bien y de profundo dormí esa noche en el albergue privado, con las sábanas de verdad. Y me desperté pletórica, muy fuerte y con pocos dolores musculares, salvo los abductores, sin rastro de las palizas anteriores. Pero el Maromo estaba hecho una piltrafa humana. Según él, por sus huevos que hoy llegábamos a Santiago a la misa del peregrino, porque lo iba a hacer por mí.

De nuevo, empezar a andar tan temprano le resta encanto al Camino, porque la oscuridad no te deja disfrutar plenamente de los bosques de eucaliptus y de los paisajes. Pero a estas alturas de la película ya no estás para fotos ni mariconadas, porque está de un humor de perros y lo único que quieres es que acabe todo ya.

Así que no hice ni fotos a algunas cosas pintorescas que nos salieron al paso, muy tristes, como túmulos funerarios improvisados en el Camino con dedicatorias a peregrinos que murieron mientras hacían el Camino, o dedicatorias hacia familiares muertos.

Pero ya saliendo de la parte boscosa y acercándonos a Santiago, a la altura del aeropuerto, saqué la cámara de nuevo porque se acercaban los momentos inmortalizables. Luciendo humor negro, en todas las alambradas de camino a Santiago, la gente se pone a armar cruces con palitroques, ocupando metros y metros. Uno tiene la idea y los demás se apuntan a un bombardeo. Ni qué decir tiene que alguna cruz invertida puesta por un gracioso, la hay.

Hay cosas que no se acaban de entender muy bien del Camino, y no me refiero a los desvíos estúpidos que te hacen dar un rodeo para que veas un bosque, en vez de ir en línea recta (a veces acortas y te da un sentimiento de culpabilidad de la hostia, porque sientes realmente "que no has hecho el Camino completo" y que es trampa). Por ejemplo no entiendo Lavacolla, que se allama así porque es donde, aprovechando el arroyo, los peregrinos se lavaban la ropa para llegar decentes a ver al Santo. ¿Para qué te lavas si te quedan 5 kilómetros y vas a llegar igualmente sudado?
El Monte do Gozo es una gran decepción. No sólo es equivalente emocional a la cuesta de Melide (no se acaba nunca, grgrgrgrgrgrgrgr, cuando crees que estás en la cima ves que te queda aún un buen trecho) si no que además, no tiene encanto ninguno. Es una urbanización desangelada sin encanto paisajístico que estás deseando que acabe. Lo más mosqueante es que cuando no te lo conoces, crees varias veces que ya has llegado a la cima y no, tienes que continuar, y es cabreante.
El punto más alto creo que es donde está la Televisión de Galicia, pero el corazón del Monte do Gozo es...
...este cachirulo donde los peregrinos se hacen la foto de grupo de rigor (nosotros no nos la hicimos porque no estábamos de humor para mariconadas) y donde, efectivamente, se empeizan a ver las primeras casas de Santiago de Compostela. El Monte do Gozo es una zona de marcha, donde se celebran conciertos y está todo lleno de pubs y garitos para que los peregrinos demuestren que han hecho el Camino por motivos espirituales del copón se pillen una cogorza, liguen y después duerman la mona en el macroalbergue de 800 camas que hay allí. Mucha gente, por tanto, acaba aquí el trayecto de la jornada para pasar la tarde divirtiéndose, aunque es un poco estúpido quedarse tan cerca (5 km) del final del viaje, cuando ya ves las casas.
Yo, que soy una peregrina talibana y fundamentalista, por nada del mundo me hubiera gustado pernoctar aquí, porque el Camino no se hace para tomar cervezas. Bastante me cabreé cuando, bastante cerca de Santiago, vi lo que nunca pensé que iba a ver en el Camino: un par de chicos con auriculares escuchando música. Vamos, lo más contrario al espíritu del Camino que te puedas echar a la cara.

Aparte de peregrinos hostiables y pedorros y viejos que se te acercan para ofrecerte por lo bajini alojamiento barato en Santiago (os lo juro, te hacen sentir como si te estuvieran ofreciendo droga o un rato en un prostíbulo, es decadente) ves otra clase de gente, como por ejemplo una peregrina muy destacable que iba peor que el Maromo. Parecía una chica bien pero iba vestida como Doña Rogelia, con mallas y medias apretadas supuestamente para el dolor de las piernas y alpargatas planas, en plan completamente ridículo. Andaba que casi no podía con mucho aspaviento de dolor, sin mochila por supuesto, y con el novio andando despacio y haciendo eses para ir a su ritmo, las manos a la espalda y una pedazo de cámara colgando, mirando a la lejanía con cara de pensar "quién me mandaría hacer el Camino con la novia".
Y el caso es que esa chica preguntó "¿llegamos a misa del peregrino, ¿verdad?" con más moral que el Alcoyano, y eso que si nosotros ya íbamos mal de tiempo, ellos no llegaban ni de coña.
Pero al menos esa chica pese a sus dolores estaba luchando por llegar, igual que el Maromo, que andaba como Chiquito con una cara de sufrimiento que daba miedo, y sólo avanzaba a base de palo y pundonor. No como otra gente que a la primera jornada ya se está quejando de lo muchísimo que pesa la mochila, o que a la primera ampolla se vuelven a su casa (conozco casos), o que hacen los tramos chungos en taxi. 
Al Camino se va a generar endorfinas, que son las que más tarde te darán la satisfacción, y se va a ponerse a prueba a uno mismo. Esa chica y el Maromo superaron con nota la prueba y sin duda acabarían más satisfechos de sí mismos y con más motivos de orgullo que por ejemplo yo, que pude llegar sin hacer gasto de tiritas, ni Reflex, y con agujetas aceptables. Sin dolor no hay gloria y el Camino se hace por la gloria, así que un peregrino desgastado tiene que llegar aunque sea a rastras.Y no es por moralidad católica, porque el concepto de que el sacrificio es la esencia de la heroicidad y sin esfuerzo no hay mérito es viejo como el mundo y anterior a cualquier Iglesia. Por tanto yo tengo poco mérito, y el Maromo el máximo. Pero es que como digo, yo soy una peregrina fundamentalista.

A ver, que me pierdo en disquisiciones. Como decía, desde el Monte do Gozo se empiezan a ver las primeras casas de la parte nueva de Santiago, que según el Maromo, tiene tan poco encanto como Alcorcón. Yo más bien lo veo como un Villalba o algo así. El Maromo va delante porque me retrasé para hacer la foto, porque normalmente iba yo delante para que no perdiera mucho ritmo (eso decía él), aunque ya veíamos que llegar a las 12 a la Catedral estaba muy chungo.

 

Villalba-Alcorcón-Santiago: ni siquiera se ve la catedral desde el Monte do Gozo, así que poco gozo hasta el momento.
Una empresa de esculturas graciosas en piedra a la entrada de Santiago.
El Maromo me pidió que hiciera una foto a esto: una flecha luminosa (que ni siquiera es amarilla ni señala hacia la catedral) con el diferencial incorporado, como claro ejemplo de cutrerío provinciano. Si salta el diferencial habrá que subir hasta la flecha, pero parece que el que lo puso allí no pensó en esa posibilidad.


Empezamos a subir por la zona nueva de Santiago y no acaba de llegar el casco histórico. Ya íbamos tarde y el Maromo me decía que me adelantara, que él se quedaba atrás, pero por nada del mundo lo hubiera dejado solo, teníamos que llegar a la Catedral los dos. Después de subir y subir y de preguntarnos dónde cojones está la catedral, escudriñando los tejados para ver cuándo aparecían las primeras torres, buscando las últimas flechas...¡¡¡ALELUYA!!! Un torreón en obras y la cosa ya se acaba, menos mal, qué hartazgo, qué subidón.

Eran las 12 y cuarto y ya llegábamos tarde, y por supuesto, sin tener opción de adecentarnos y refrescarnos, oliendo a chotún. Pasando sin disfrutar por el casco histórico de Santiago, nos colamos por una puerta lateral de la Catedral, en vez de entrar triunfalmente por la plaza del Obradoiro. Un final muy poco glamouroso para el trayecto pero lo que importa es llegar. Aquello está petao y no estamos muy seguros de que nos dejen entrar con mochila, pero al final conseguimos sitio en alguna parte no muy lejos del cura y...gran chasco. Estamos en la Misa del Peregrino, pero no hay botafumeiro. En su lugar hay un incensario sustituto conocido popularmente como "la Alcachofa".


Y es que tanto sufrimiento por llegar a la misa del peregrino para nada, porque el botafumeiro no lo sacan en cualquier misa del peregrino, si no sólo los domingos, algunas fechas importantes y los días que alguien haya hecho previamente una donación de 350 euros (en 2011 y subiendo). Fomentando el turismo (por la punta de atrás), pensarán algunos. Respetando la religiosidad del evento para no convertirlo en una atracción de turistas paletos, pensarán otros. El caso es que no tuvimos suerte y la misa del peregrino sólo se diferencia de otras en que hay alusiones amables al esfuerzo de los peregrinos, y alguna frase en otros idiomas.
Aquello estaba petado de peregrinos, turistas y gente. Delante mío, demostrando que no todo el que se sienta en una Iglesia tiene mucho espíritu religioso, una chica de un grupo de colonias hacía pulseras de macramé sujetando un extremo en su bota, sin que los monitores se dieran cuenta. Que digo yo que en Santiago se tienen que dar cuenta que la gente no va por Cristo, que va por el espectáculo, se podían estirar un poquito.

A todo esto, el Maromo medio llorando de la emoción de llegar después de su atroz sufrimiento.


Eeeeh, que no es el botafumeiro, que es una lámpara que decora la cripta. La cripta donde reposan, en un cofrecillo de plata, los restos del Santo, héroe de Tierra Santa que acabó en el interior de Galicia en circunstancias poco claras. A la cripta me dejaron bajar con la mochila (el pasadizo es muy estrecho), pero no hice fotos porque me parecía una señal de poco respeto.

Algo llamativo de la Catedral: los acólitos-monjes-lo que narices sean vestidos de azul y amarillo super-héroe. Ejercen de vigilantes de los peregrinos, pidiendo constantemente respeto y silencio. Lo más gore fue cuando a una mujer guiri no se le ocurre otra cosa que volverse a su asiento con la hostia de comulgar en la mano (¿pensaría enmarcarla?) y el "segurata" se fue tras ella, la regañó y le exigió que se metiera la sagrada forma en la boca de inmediato y delante suyo, porque no se podía quedar sin comer.

El artilugio de mover el botafumeiro.

El principal encanto de la Catedral aparte de darle el abarzo por detrás al puto Santo: la imagen de Santiago Matamoros, que es una escultura de las que hacen gracia, no como esas mariconadas de vírgenes llorando y tíos sufriendo. Se echa de menos un poco de acción épica en esto de la iconografía católica, que son unos rancios que siempre están con lo mismo de los llantos y el peso de las cruces. Fijaos que las cabezas de los moros están ocultas como buenamente se puede por un enorme ramo de flores (que en un detalle supercuidado ni siquiera son rojas) tras un ataque que hubo de corrección política soplagaitas.

La controvertida catedral de Santiago: cinco pedazo de fachadas por fuera, pero pequeña, oscura, estrecha y prácticamente ocupada por la cripta dorada por dentro. Hay gente que le parece una catedral horrenda, yo no la ví tan mal.

Sucedió algo incómodo en la cola para subir a abrazar el santo. Y es que uno entiende la necesidad del botafumeiro cuando llega a Santiago sin haber tenido tiempo de cambiarse. Que olíamos a sudor es poco. Yo no me atrevía ni a levantar ni pizca el alerón. Pero creo que es algo que se puede comprender, sobretodo en julio. El Maromo tuvo que aguantar un comentario muy despreciativo de una señora hacia su olor corporal y su falta de higiene y él tuvo que recordarle que el botafumeiro no se había inventado para los turistas. Y es que sí, olíamos mal, pero a una persona que se ha calzado casi 25 kilómetros a matacaballo y que está cansado, con la mochila aún a cuestas y que no ha tenido tiempo casi ni de almorzar que tiene poca higiene. Es evidente que si hubiera podido, estaría más aseada. Más que nada porque yo en la escalera antes de abrazar al santo también tuve que aguantar el olor de alerón de una señora que no era peregrina, sino simplemente una pobre víctima del mes de julio, y me tuve que aguantar. 

No se aprecia bien en la foto porque sale oscura, pero los dos órganos casi se tocan por la estrechez de la nave central, y los espacios de las vidrieras están tapiados. Realmente, salvo la gracia de la fachada principal y el botafumeiro, es una catedral con muy poca gracia.
 A lo tonto a lo tonto y con las prisas, casi no hemos digerido todavia...¡¡¡que hemos llegado a Santiago!!! Buscamos la plaza del Obradoiro para hacerle una foto como dios manda a la fachada principal, aunque no nos entretuvimos mucho contemplándola; queríamos saludar a mi primo que trabaja allí, comer y pirarnos corriendo a Madrid antes de que se haga muy tarde.


Parece que hay gente, ¿verdad? Pues según mi primo, una mmmmmmmierda de gente para ser finales de julio. Estaba la cosa, floja, floja.
Aunque parezca mentira por la lentitud del Maromo, llegamos más o menos a la par que nuestra amiga Marta, las tres pedorras y el gran grueso de peregrinos "conocidos". Allí nos despedimos y nos deseamos lo mejor. ¡Buen Camino!

La plaza del Obradoiro, con el Parlamento, la Xunta...Dicen que cuando Santiago es realmente bonito, es justo después de llover, con la piedra resplanceciente luciendo al sol.
Pero lo que importa es lo que importa: la puta Compostela de los cojones. Hay que ir a la Casa de Deán o Casa do Deán es la Oficina de Acogida del Peregrino. Se encuentra en la Rúa do Villar, en esquina con la Plaza de las Platerías. Entras a un patio interior con unos lavabos y tras algo de cola, unos voluntarios simpáticos te preguntan qué tal todo (el Maromo respondió "mi me preguntes") y te dan un formulario donde rellenas tus motivos para el viaje mientras inspeccionan los sellos de la Credencial y te ponen el último sello. Las opciones son "motivos religiosos", "motivos religiosos y otros" y "motivos no religiosos". No seais paletos como yo y poned "motivos religiosos y otros" porque si no no os dan la Compostela. Por motivos religiosos se entienden motivos espirituales en sentido amplio, no católicos necesariamente. 
La Compostela es gratuíta pero puedes dar donaciones (y la das con gusto) de 1 o 2 euros. Por 1 euros extra te dan un canuto de cartón para que la Compostela sobreviva al viaje de vuelta, y merece la pena.
La Compostela es un diploma en latín con un dibujo de un peregrino cariacontencido donde se certifica, con tu nombre latinizado (habrá que ver cómo narices latinizan el nombre de los japoneses, creo que poniendo una "m" al final y listos), que has hecho el Camino de Santiago, pero al menos en la que me dieron a mí no hay nada sobre que si te has ganado el cielo o lo que sea, como me habían dicho.

En la Compostela (no sé si todas son iguales) pone exactamente:

"CAPITULUM hujus Almae Apostolicae et Metropolitanae 
Ecclesiae Compostellanae sigilli Altaris Beati Jacobi Apostoli
custos, ut omnibus Fidelibus et Peregrinis ex toto terrarum
Orbe, devotionis affectu vel voti causa, ad limina Apostoli
Nostri Hispaniarum Patroni ac Tutelaris SANCTI JACOBI
convenientibus, autenthicas visitationis litteras expediat, omni-
bus et singulis praesentes inspecturis, notum facit: Dnam 
(el nombre latinizado y los dos apellidos)
hoc sacratissimum Templum pietatis causa devote visitasse.
In quorum fidem praesentes litteras, sigillo  ejusdem Sanctae
Ecclesiae munitas, ei confero.
Datum Compostellae die (tanto) mensis (latinizado)
anno Dni (tal).

Y lo firma un tal Jenaro no-se-qué, que es el Canonicus Deputatus pro Peregrinis, con un par. Si alguien experto el latín me lo traduce bien se lo agradezco.

A la salida, la única peregrina que vi que se hizo el Camino con el mismo calzado que yo: las Shape Ups, que Dios las bendiga, ni un puto roce ni una puta rojez tuve con ellas, acabé adorándolas. Recomendadas 100%, y encima subes glúteos mientras te encuentras a tí mismo.


La fachada posterior de la catedral de Santiago, por donde entramos.

Allí le pedimos a un hombre que sabía hacer fotos a juzgar por la cámara que llevaba que inmortalizara nuestra hazaña:

Sin rencor, vuelta al buen rollo. Visitamos a mi primo, que cualquier día de estos va a salir en "Madrileños por el mundo". Casi no me reconoció "porque estábamos demacrados" (sic). El amor le hizo cambiar Cuatro Caminos por Santiago y Jerónima Llorente por la calle Azabachería, donde atiende una tienda de souvenirs (la Via Lactea, acordaos del dato que es visita obligada)
y exhibe más acento gallego que su novia y medio Santiago juntos. Allí le hicimos gasto (me puedo ir sin calabaza porque ninguna me gustaba, pero mi perrito peregrino es sagrado) y nos recomendó dónde encargar unas empanadas gallegas para la familia (a años luz de las que te puedas encontrar en Madrid, no artesanas) y comer pulpo con albariño y otras tapas (pero no tan bueno como el del Melide, que es legendario).

¡Adiós, Santiago! Es una lástima no tomarnos unas horas más para hacer turismo con un poco de más calma, pero con el tiempo justo llegamos a la estación de autobuses para saber que todos los días de diario sale un autobús a las 6 ( y solo a las 6 de la tarde, por 13 euros por persona) para Sarria directo. Es la parte buena de llegar un día de diario a Santiago: menos gente y fácil enlace con Sarria, aunque te quedas sin ver el botafumeiro.
Así que después de un largo trayecto en autobús recorriendo otros pueblos de la Galicia profunda (como Lalín), llegamos a Sarria, pillamos el coche y llegamos a nuestra camita de madrugada. 

El final es un poco precipitado y triste, ojalá hubiera durado más el auténtico espíritu del Camino, esos primeros días disfrutando de los paisajes y los bosques al amanecer, en plena paz mental. De recuerdo: mil anécdotas, gente divertida, encanto rural, conocimientos nuevos y unas agujetas que tardarán días en irse.
Y sobre todo, las ganas de repetir, volver, haqcer nuevos tramos de Camino y a ser posible el Camino entero, por un lado, el Francés desde Francia, por otro, el auténtico Camino, desde la puerta de casa. Pero eso quién sabe, a lo mejor algún día, si estamos muy ociosos y la salud lo permite y podemos dedicar bien de tiempo (y dinero) a ello. En serio, es algo que engancha. Lo recomiendo plenamente, aunque no es más que eso: senderos centenarios cercanos a la civilización donde lo único hermoso es estar en silencio, oyendo los pájaros y disfrutando del frescor de los campos al amanecer, y disfrutar de un merecido descanso al atardecer.
En realidad, el Camino es como la vida: dolor y cansancio pero hay que llegar al final, así que ¡Buen Camino a todos!

24 de septiembre de 2011

Cuarta etapa Sarria-Santiago o "El horror, el horror"

MELIDE-SANTA IRENE (31 kilometrazos)
La paliza del día anterior era sólo un anticipo. Mirar el mapa daba miedo: etapa fuerte hasta Arzúa, y después un desierto alberguil hasta Santa Irene (agujero infernal en mitad de ninguna parte donde ni los perros se paran a mear) o meterse la paliza de tu vida y llegar hasta Pedrouzo (35 km en total). La típica putada del camino de Santiago a la mínima que te sales de las jornadas tradicionales: o te quedas muy corto de kilómetros y "desperdicias" días o estás obligado a hacer muchos kilómetros a matacaballo hasta el siguiente albergue, esperando tener plaza. No hay alternativas intermedias, y hasta escasea la oferta privada. Hay tramos de muchos kilómetros sin un puto bar y las perspectivas son malas.

Como la jornada iba a ser intensa, decidimos levantarnos media hora antes y salir a las 6; no es algo que yo recomiende porque a esa hora, en Galicia en verano, aún no ha amanecido. Casi nos perdemos nada más salir del albergue porque no se veía la puta flecha amarilla; menos mal que unos peregrinos profesionales que estaban haciendo estiramientos nos corrigieron. 
A esas horas no se disfruta de lo único bueno de meterse tanta paliza, que son los paseos por los bosques al amanecer: casi no se veía un pimiento! Empezaron los bosques de eucaliptus, pero no estábamos de humor como para gozarlos mucho. Tampoco se podían hacer fotos.
En el colmo del glamour desayunamos lo que nos sobró de pizza fría en una parada de autobús de plástico llena de pintadas en mitad de ninguna parte.
No sé si será la crisis o que los listos le sacan partido al Camino, pero hay gente que viene con su furgoneta y se pone a ofrecer café de termo, bollería y fruta a los peregrinos madrugadores que no pueden parar en ninguna otra parte.
Recuerdo poco de este día aciago, casi no hice fotos porque no estaba de humor. Sé por los sellos que paramos en Santiago de Boente, una parroquia curiosa con aspecto conventual. Los horreos, los pueblos, se volvían monótonos.
La subida a Arzúa también es realmente chunga, aunque para alguien que está medio bien le puede resultar llevadera a esas horas de la mañana. Mejor que la de Melide.
En Arzúa (14 km como quien no quiere la cosa) paramos en el Café Chacala a calzarnos la hamburguesa completa de rigor, y se destapó la caja de los truenos: el Maromo sugirió quedarse, cosa que a mí no me hacía mucha gracia por la pérdida de tiempo, pero al mismo tiempo quería seguir pese a su mal estado, así que al final no hubo acuerdo y seguimos, pero de mal rollo. Conseguí convencerle de que comprara Reflex, pero a esas alturas de sus dolencias poco le iba a servir ni el Compeed, ni el Reflex, ni el descanso, ni nada.
Sellamos en Santiago de Arzúa; Arzúa es un pueblo grande (pfff, ni 7000 habitantes) famoso por su queso, pero no estuve de humor de perder el tiempo comprándolo, y menos sabiendo que si no quieres cargar con él tienes que autoenviártelo por correo. En general me pareció con menos encanto que Melide.

Continuamos camino, pero el buen rollo y la despreocupación de los días anteriores había desaparecido. El Maromo estaba que daba pena verlo y no paraba de rezongar, yo empezaba a arrepentirme de no haber venido sola y la aglomeración de peregrinos pedorros que te avanzan resultaba agobiante.

Allí estaban todos: los japoneses, los italianos, los señores mayores que iban solos, el mediojipi y la novia, las tres cotorras...Lo único bueno de ese día es que conocimos a Marta, una profesora con carácter que venía sola desde Roncesvalles con sus zapatillas de aeróbic, superando tendinitis y superando de todo, porque "sin dolor no hay gloria", y tenía un fondo del copón. ¿Será verdad eso de que los bajitos son mejores caminantes? Pensábamos que venía en pareja porque incluso en Melide la habíamos visto siempre con un chico, pero no, resulta que era un moscón que la había estado acompañando hasta que conoció a una chica más interesante, una chica mediojipi que estaba más buena y que en vez de palos para caminar nutilizaba dos enormes cañas de bambú hueco, y allí se quedó  interesándose por las especificaciones técnicas de las cañas de bambú.

También descubrimos que los kilómetros que aparecen en las guías no son correctos: cada guía dice una cosa (con diferencias significativas incluso entre lo que marca una y otra), y tampoco se corresponde con los kilómetros marcados en los mojones. Así que al final acabas engañado sobre los kilómetros recorridos en un día o la distancia que queda hasta el siguiente albergue, y te puedes llevar sospresas desagradables.

Charlando con Marta nos desviamos del camino para ir a comer en uno de los pocos sitios decentes que hay en ese tramo (madre mía, qué contados están los bares): un resort de la hostia en mitad de ninguna parte (Pousada de Salceda). Menú de la hostia cantidad de bueno a precio razonable, pediluvio, y hotel (con habitaciones algo caras) para peregrinos sibaritas.
En la foto no es que el Maromo esté sonriendo, es que tiene el rostro desencajado.


Le ofrecía quedarse en ese hotel, pero era un poco caro y entre unas cosas y otras, seguimos camino, rezongando más que otra cosa. El Maromo estaba como para llevarle en carretilla, pero de un modo u otro conseguimos llegar a Santa Irene (si llego a saber que era un páramo sin el menos servicio no hubiese querido llegar hasta allí, pero que es que continuar hasta Pedrouzo es una cosa que sólo hubiese podido hacer yo, y con sudores). En Santa Irene además Marta nos "engañó" porque  no quedaba sitio en el albergue público, aunque pudimos reservar las tres últimas plazas en el albergue privado de Santa Irene, una encantadora casita regentada por mujeres (y se nota) llena de japoneses y guiris.
La decoración estaba llena de pequeños detalles la mar de acogedores que sí que merecieron alguna foto. Por 13 euros, dormimos en colchones mejores, con sábanas de verdad, nos duchamos en privado y pudimos cenar el fiambre que la buena de Marta trajo en taxi desde Pedrouzo. Al menos pudimos descansar ese día en condiciones y silencio. No cenamos en la casa porque sinceramente, 10 euros por una sopa y merluza rebozada ya me parece un poco abuso...
Creo recordar que el cartelito que está al lado de la puerta decía: "No tengas prisa, que el tiempo no se acaba", o algo por el estilo, pero eso es algo que a alguien como yo no le cabe en la cabeza, y menos cuando sólo tenemos un número de días determinado para hacer el Camino.



Ay, qué pena no haber sellado aquí, porque el sello era bonito.
Al día siguiente, no nos salían las cuentas: a Santiago hay como 23 kilómetros, y había que llegar a la famosa misa de 12 (la misa del peregrino). Si salimos a las 6 de la mañana y hay que contar que hay que parar a desayunar, son unos 25 km entre 5 kilómetros a la hora (que más bien iban a ser 4 por cómo de mal estaba el Maromo), son 5 horas, 6+5=11, uuuhhh lo veo un poco justo, hay que ir a matacaballo, y el Maromo NO PUEDE. 
Dejamos hablado parar en Monte do Gozo para no andar tanto, aunque me ponía enferma sólo de pensarlo, porque me había enterado que el macroalbergue de Monte do Gozo es como Sodoma y Gomorra, y los peregrinos juerguistas y folloneros paran allí para liarla parda toda la noche, ligar, y hacer entrada triunfal en Santiago.
Una perspectiva que no me atraía nada.
Pero bueno, ya sentía que se había estropeado el encanto del viaje...Como unos benditos, dormimos en nuestras buenas camas.
CONTINUARÁ

21 de septiembre de 2011

Luego diréis que si exagero

Interrumpo la programación porque ha salido hace poco una noticia que sabéis que me toca "la tecla".
Y habrá gente que me llame maniática cuando me indigno sobre el trato animal que se da a las mujeres en el común de los paritorios españoles (ojo, y no digo que la mayoría de mujeres no se sometan a ese trato sin quejarse demasiado, aceptándolo con resignación y mansedumbre), pero es que a las pruebas me remito.

Un ginecólogo se pone a hacer unas viñetas humorísticas dignas de un criajo de 16 años que se aburre en el instituto y exhibe sus bromas de humor grueso, y otros ginecólogos que conforman la SEGO dicen amén y lo publican en su gaceta electrónica, lo que demuestra que no es cosa de uno solo, si no que en la profesión triunfa la idea. Vamos, que la visión está generalizada, normalizada.

Como suele ser usual cuando el Instituto de la Mujer se queja, enseguida las desautorizan a la voz de "feminazis", "victimistas", "quejicas" y demás, y la verdad es que más que el Instituto de la Mujer, los que tienen más razón que un santo para poner el grito en el cielo son los de la Asociación del Defensor del Paciente, porque al fin y al cabo se nota que el autor no es que se quiera burlar con maldad de la mujer en general, si no exagerar situaciones comunes de las pacientes y parturientas que tiene que atender, y canta un huevo que está basado en situaciones reales.
(Y permitidme el sexismo cuando añado: hombres tenían que ser...).

He trabajado con médicos (en mi caso psiquiatras, pero también otros) y me consta que ese desprecio hacia la parte humana de los pacientes existe. He visto veterinarios tratando con más cariño, ternura y consideración a sus pacientes que los médicos, que por distanciamiento psicológico rápidamente aprenden a considerar a los pacientes poco más que un cacho de carne. Hiela la sangre ver los chistes que hacen hablando de los problemas de salud de los demás, la escasa consideración hacia el bienestar psicológico de los pacientes y el desdén con el que comentan cada claso clínico. La rutina hace además que los pacientes pasen por sus manos como quien embute chorizos con una máquina.

¿Las defensoras del parto natural mean fuera de tiesto cuando luchan por que se respete su dignidad durante el parto cuando un miembro de la misma SEGO demuestra que su concepto de la parturienta es un cacho de carne sin cara, abierto de patas con una raja peluda?
¿Demuestra el autor de las viñetas amor o ternura hacia los recién nacidos?
¿Respeto hacia problemas fisiológicos en mujeres de edad avanzada?
Mi abuela tenía prolapso uterino e incontinencia urinaria debido a que tenía el suelo pélvico hecho un asco tras 5 partos y unos cuantos abortos, pero no veo dónde está la risa, porque todos somos hijos de alguien y por tanto causantes de daños colaterales como esos.
No creo que sea motivo de burla. Mi abuela era una persona ignorante que ni por asomo pensaba que había soluciones médicas a su problema (ni a ningún médico que la vio le dio por sacarla de esa ignorancia, por supuesto), así que cualquier mujer mayor que vaya a una consulta a solucionarse lo suyo ya merece un aplauso.

Pues nada, esta me la apunto para cuando tenga que poner un ejemplo de la "mentalidad SEGO". En cuanto a los chistes, Forges es mil veces más gracioso que el tiparraco que dibujó esas viñetas y nunca cae en el humor grueso. Habrá que preguntarle su secreto.

19 de septiembre de 2011

Tercera etapa Sarria-Santiago u "Hoy ha sido un infierno, pero ha merecido la pena por el pulpo"

HOSPITAL DA CRUZ-MELIDE (25 km, pero como si hubiesen sido 35)  
La intención era llegar hoy a Melide, y prometía ser un día duro. Como el restaurante de la paella pasada no abría hasta las siete, nos pusimos en marcha a la hora acostumbrada, felices de dejar atrás a las pedorras ruidosas, que parecían dormilonas. No se camina mal en ayunas; la adrenalina de ponerse de nuevo en marcha es suficiente motor. Pocos kilómetros más allá del albergue, en Ventas de Narón (km 77), paramos a desayunar la poca bollería que tuviesen en un bareto. La buena mujer de la barra, que comentaba las noticias para ver si pegábamos la hebra, nos preguntó que si pensábamos llegar a Melide, y que si aprovecharíamos para comer pulpo. Dijimos que sí, pero primera noticia: el pulpo de Melide es famoso, y nosotros no lo sabíamos porque somos unos peregrinos indocumentaos. Pero faltaría más, cómo nos vamos a ir de Galicia sin haber probado el pulpo.

No me pude resistir a hacer una foto a las enésimas hortensias espectaculares que vi en Galicia; por si no lo sabíais (yo no, una de tantas cosas que se aprenden) es tierra propicia. ¿Sabíais que el color de las flores de la hortensia depende del pH de la tierra y que por tanto, si no nos gusta, se puede cambiar (aunque no radicalmente)? De ahí el viejo truco de la abuela de plantar clavos de hierro oxidado en la tierra de las hortensias. En Galicia no hace falta plantar clavos: la tierra pizarrosa típica de allí hace el mismo efecto. Explicación científica (me lo contaron incluso en la facultad): el hierro que se desprende del clavo o presente en la mica que compone la pizarra es el responsable de que los pétalos viren a un color azulado más o menos intenso (ya depende de la absorción de cada rama o capullo). Para ayudar a la asimilación del hierro nada mejor que un ambiente aún más ácido para estas plantas acidófilas, cosa que las abuelas conseguían regando con zumo de limón o esparciendo pimentón (igual que los anémicos toman suplementos de hierro con zumo de naranja). De hecho hay abonos con sulfatos de alumino o de hierro para "azulear" las hortensias. Pero no se puede cambiar drásticamente el color si no quieres que la flor se quede de un color crudo intermedio bastante feo. Por contra, la cal en el agua quela la acidez del suelo, se absorbe menos hierro y las flores quedarán más rosas. En Galicia no es problema porque el agua es blanda, muy buena, así que las hortensias son todas más bien azulonas o violetas.La excepción son las variedades de flor blanca, que esas son insensibles al pH del suelo. 


Casi llegando al mítico pueblo de Ligonde, nos desviamos un poco del Camino (la típica cosa que casi nadie hace porque pasan tres pueblos del turismo) para ver una casa nobiliaria medieval pero arreglada con ermita al lado (pos fueno, pos fale, pos malegro):

Como quien no quiere la cosa, a un lado de la carretera, está el célebre cruceiro de Lameiros (siglo XVII aunque parezca más antiguo); como casi todos, de doble cara, en una está Cristo y en la otra la Virgen de los Dolores. En la base hay grabados de tenazas, escaleras y calaveras en alusión al calvario y me hizo bastante gracia su factura. Los peregrinos lo adornan con multitud de mensajes y piedras.





Llegamos al histórico pueblo de Ligonde, deprimente por la mala conservación y partido que se le saca a sus puntos fuertes turísticos. Pasas al lado de un campo para pasto vallado, y resulta que es un antiguo cementerio de peregrinos. Pasas por delante de un caserón sosainas, y resulta que allí estuvieron Carlos V de camino a ser coronado emperador, y Felipe II cuando iba a casarse con María Tudor. Y lo peor de todo es que los peregrinos pasotas no se paran ni para leer un cartelillo.
A la salida del pueblo, un perrulín estaba tumbado con cara tristona de no haber recibido afecto en su vida. Y como acordaos que yo aún llevaba en la mochila un trozo de bocata de ternera más duro que una piedra que sobró de mi primera cena y que me negué a desayunar, se lo saqué al perrillo, que tardó en procesar el regalo y que se nos quedó mirando en plan flipao mientras tomábamos un sendero que se metía de nuevo en los bosques.


Y nos adentramos de nuevo en una de las maravillosas sendas que ofrece el Camino, que hace que no te importe mojarte con el eventual chirimiri mañanero: castaños, robles...
Hasta aquí todo parece fantástico, pero el Maromo, que se había venido con unas zapatillas viejas de baloncesto y encima las llevaba mal atadas, ya empezaba a sufrir los efectos de las ampollas, el mal pisar y los dolores musculares y tenía este careto en una de las cuestas, nada parecido a la sonrisa de las primeras fotos, si es que os molestáis en comparar:


Al cabo de 10-12 km, ya nos ponemos a eso de las 10 de la mañana, nos zampamos una hamburguesa completa y una Coca-Cola para almorzar que nos sentó como Dios en un núcleo de albergues para colonias que hay antes de llegar a Palas de Rei, y que inició una buena costumbre que yo recomiendo: calzarse algo contundente a media mañana para no desfallecer hasta bien entrado el mediodía.

Parroquia de San Tirso de Palas de Rei para el primer sellecito:



Sí, hay peregrinos que hacen el Camino por motivos religiosos y que aprovechan las Iglesias para sentarse ante el altar. Si es que hay gente pa' to'. La parte mala es que el trío de cotorras del albergue de Hospital da Cruz, pese a ponerse en marcha después de nosotros, nos habían alcanzado. Y es que eran unas cotorras ruidosas, pero tenían un fondo físico que pa'que...Ainnns que cansino es cruzarse con peregrinos que te caen gordos. A estas alturas de la película quien más y quien menos, ya nos conocemos todos los caretos.


Palas de Rei es un pueblo grande pero a no ser que necesiteis comprar algo, no tiene mucha más enjundia. El Camino nos hace bajar de nuevo y desviarnos por unas calles para contemplar el monumento de los peregrinos bailando la munyeira que, como está en Galicia, está como quien no quiere la cosa en medio de unas casas. En Madrid tendría 10 metros más de alto y ocuparía una rotonda.


Bueno, bueno, bueno, y aquí llegados a este punto le tuve que hacer una foto a un cartel que nos había acompañado yo creo que desde pasado Portomarín: un perro labrador desaparecido que necesitaba urgentemente medicación. Los diez primeros carteles, pase, pero...¿a tantos km y todavía colgando carteles???? El dueño se pegó un palizón. Tooooodo el santo Camino a Santiago viendo el cartelito de marras. Estábamos tan intrigados y tan preocupados por el destino del pobre perrulín y su enfermedad que ya de vuelta en Madrid escribimos un mensaje al dueño para interesarnos por el pobre perro. Podeís respirar tranquilos: lo encontraron sano y salvo, así que no hubo drama humano. Pero no es manera de asustar a tantos peregrinos de esta manera. Hay que retirar los carteles una vez que encuentras al chucho, hombre de Diooos...


PRUEBA DE AGUDEZA VISUAL
¿Qué destaca en esta foto aparte del rostro descompuesto por el dolor del Maromo?


¡¡¡Síiiiiii!!! Es un bonito mojón que sólo sirve para indicar que ya no estamos en la provincia de Lugo, si no que entramos en A Coruña.
¿Quién nos hizo esta foto en la que salimos tan poco agraciados? EN EFECTO,  una de las tres cotorras, también interesadas en el mojón.

Y ahora, por fín para todos ustedes...

UN ESTREMECEDOR DOCUMENTO GRÁFICO, EL MISTERIO AÚN MÁS PERTURBADOR QUE EL DEL PERRO, DIGNO DE IKER JIMENEZ: el intrigante monumento al cartero Alfredo (lo que os cuento), erigido en un  parque a eso de 57 km de Santiago, no recuerdo ni el lugar (antes de llegar a Leboreiro). Creo no exagerar si digo que después de la plaza del Obradoiro, el monumento gallego más fotografiado por los peregrinos es este menhir misterioso e intrigante que demuestra que hay alcaldes gallegos con los huevos como catedrales. No porque me parezca mal erigir un monumento a un prohombre del pueblo, ni que ese monumento sea un monolito de lo más primitivo, pero hombreeeeeee, ya que te pones a hacer una placa escribe al menos por qué es tan famoso el bueno de Alfredo. ENTRADA EN LA WIKIPEDIA PARA EL CARTERO ALFREDO YA.


Esto es un endrino y lo demás son tonterías. No hay nada en la foto que permita ver la escala, pero creedme, era descomunal, a años luz de los endrinos escuchimizados de mi pueblo materno.Dan ganas de ponerse a hacer pacharán.
 

Y una de las cosas más peculiares y curiosas que nos ofrecen los pueblecitos gallegos: los cabazos de Leboreiro; canastos circulares de madera trenzada para poner a secar el maiz, alzados sobre el suelo para evitar los ratones como los hórreos. Alguna casa particular conserva el suyo propio, pero el más famoso es el que está situado en una placita cerca de la Iglesia.



Santa María de Leboreiro, detrás del cabazo principal que es el de la foto anterior; recuerdo que tenía unos frescos interiores bastante notables, y es que vete tú a saber qué tesoros tienen estas pequeñas iglesias que pasan desapercibidos. Eso sí, el sacristán nos escrutó bastante mientras nos ponía el sello y escribíamos en el libro de visitas. El Maromo, que estudió en los Maristas, estuvo sagaz y se santiguó nada más entrar en la iglesia, pero yo que soy una descastada pasé del tema como una campeona y no sé si el sacristán me lo debió notar. Los libros de visitas son la monda; lo mismo descubres que acaba de firmar alguien del pueblo cercano al tuyo, o que hay dedicatorias en sánscrito.
No digais que esto no parece sacado de las imágenes de La Comarca de las pelis del Señor de los Anillos. Si es que parece que va a salir Glorfindel a caballo de un momento a otro: es un puente medieval encantador salvando el río Seco. Como lo leeis, el río Seco, aunque no recuerdo que estuviera seco.


Carteles de ánimo y de "yo he estado aquí", qué bonita es la amistad, el amor, el compañerismo, bla bla bla, pero luego la gente no sabe hablar bajito en los putos albergues. No todos los mojones sirven para poner el número de kilómetro, algunos contienen la puta flecha amarilla.


Joaquín Molina hizo el Camino en 2011 desde Burgos. Y Carlitos desde O'Cebreiro. Para hacer una tesis en antropología, en serio.
Ah, calla, coño, que hice la foto porque es la foto "de mitad de Camino" (110/2=55), aprox. No entendía muy bien a qué venía.

Ahora me pongo seria porque esta parte de la etapa fue una etapa infernal. Debimos oler la tormenta llegando a Mato-Casanova, aldea putrefacta con albergue público. Cuando pasamos por allí, llenamos la botella de agua y continuamos andando (entre otras cosas porque el albergue aún estaba cerrado), a pesar de que el Maromo estaba sufriendo lo indecible. Pero era tan temprano y Casanova parecía aún peor que Hospital da Cruz que no le vi ningún sentido no hacer 7 kilómetros más y llegar a Melide (al día siguiente vimos que hubiese sido mejor parar en Casanova y organizarnos las etapas de otra manera, pero si las decisiones nunca fuesen equivocadas, no tendría emoción tomarlas).
Esos siete kilómetros son la muerte. No sólo por las subidas que había en los senderos (cada dos por tres te tenías que parar a beber agua), si no que la subida a Melide, ya a plena solana del mediodía, es, a mi entender, el peor tramo del Camino desde Sarria, sin parangón.

Yo acabé el Camino bastante entera, tuve buen calzado y no sufrí grandes dolores, y puedo decir sin lugar a dudas que la subida de Melide es el tramo más jodido. Tenerla como final de etapa es como llegar a meta tras subir el Tourmalet, pero es que si inicias una etapa con ella puedes acabar jodido para el resto del día, y a Melide merece la pena dedicarle horas. Hay guías que tienen como etapa Palas de Rei-Arzúa, con lo cual te tragas, en 29 km, la subida a Melide y la subida a Arzúa. ¡¡¡¡¡LOCOS!!!!! ¿Cómo pueden sugerir juntar dos tramos tan malos en la misma jornada? Yo no lo recomiendo.
Escuchad la voz de la Sabidurida: Melide debe ser final de etapa, o debe estar enmedio de una jornada corta. Para variar, la carencia de albergues en los tramos siguientes agravan la situación, haciendo que cualquier decisión, salvo matarse a kilómetros o quedarse cortos, sea una palmada.

¿Qué es eso tan malo que tiene la subida a Melide? Pues que es un sendero paralelo a una carretera, completamente al descubierto, atravesando un laaaaaaaaaaaaargo polígono industrial que no se acaba nunca y que te pilla en las peores horas del mediodía, con más de 20 km en el cuerpo, poca agua en la botella y que culmina en....ooootra eterna subida recorriéndote casi todo el término municipal de Melide, puesto que el albergue municipal está "en la cima de la colina", es decir, en la otra punta del pueblo según subes.
El Maromo estaba destrozado, andando a base de puros huevos (obsérvese al homenaje revertiano). Yo tenía la espalda y los gemelos echando humo, psicológicamente hasta las narices porque la subida no acababa nunca, y encima con una contractura en el cuello que me estaba matando (lo que yo pensaba que era una contractura, porque en realidad lo que pasaba es que me estaba quemando la nuca, y no podía girar el cuello ni pizca).
O sea que estás cansado, acabas reventado el sendero por la zona industrial de Melide y descubres que te tienes que subir el pueblo entero. "POR FAVOOOOR, CUANDO ACABA ESTE INFIERNOOOO" es todo lo que te cabe en la mente. Siete kilómetros apoyándote totalmente en el palo de caminar porque no puedes con las pestañas.

La insufrible subida por el casco urbano no nos evitó observar la pedazo de cola que había en la puerta de un local llamado "Casa Ezequiel" (nota mental: esta pulpería debe ser buena) y el gracioso Paseo de la Fama de Melide, en el que al más puro estilo Hollywood le dedican una estrella a prohombres gallegos, estilo "concejal de no se qué", "gerente de tal o cual empresa" y demás cargos surrealistas.


Arrastrando los pies, sin sentir las piernas y psicológicamente cabreados y hasta los huevos, llegamos al albergue municipal de Melide, que tiene al menos 130 camas. Es decir: silencio y descanso, cero. En recepción te regalan muestras gratuitas de parches anti-ampollas de Compeed, y es que estos de marketing están listos porque las ponen en el mejor sitio.
Rezongando como Jesucristo en la Cruz, descubres que sigue el calvario: en el albergue, las literas están arriba, las duchas abajo. Subir las escaleras es un suplicio añadido; con decir que la gente las tenía que subir de lado, gimiendo y a velocidad de tortuga porque había huelga general de cuádriceps y abductores. No tuve fuerza física ni moral para ducharme inmediatamente, aunque estaba toda sudada, de la paliza que tenía en el cuerpo. Tuve que descansar un rato en horizontal antes de hacer acopio de ganas y valor para bajar las escaleras y enfrentarme a la ducha, porque sólo de pensar que tenía que levantar un pie para enjabonarme la pierna me ponía enferma.
Como una nonagenaria bajé a las duchas corridas y me duché con escaso alivio. Sacando fuerzas de flaqueza, además, lavé la ropa para el día siguiente. Aun me dio tiempo para descansar un poco más, intentar estirar los doloridos músculos y abroncar a un señor mayor de unas filas más allá que estaba hablando del perro de no sé qué familiar a un nivel de decibelios incompatible con el descanso de un peregrino medio muerto. Más disgusto: las pedorras gritonas están ahí. Recibí una mirada de aprobación del chiquito mediojipi de la litera de al lado, que hacía el Camino con la novia, pero de poco sirvió: la amonestación funcionó media hora, después el señor siguió parloteando con sus compañeras de viaje como si estuviera en la calle. Hubo gente más tarde que también intentó chistar pidiendo silencio, pero lo único que obtuvo fueron comentarios del estilo "¿Por qué me tengo que callar si son las siete de la tarde? Si al menos fueran las diez de la noche..." sin darse cuenta de que hay gente físicamente destrozada que quiere dormir, sobre todo guiris para los que las 7 de la tarde es una hora temprana pero decente para irse a dormir.

PREGUNTA DE TRIVIAL

¿De qué nacionalidad es el 100% de los peregrinos maleducados e insolidarios que parlotea en voz alta en la sala de literas y hace mucho ruido en vez de irse a las salas comunes destinadas a la interacción social, presentes en toooooodos los albergues?

Respuesta: En efecto.

Después de recuperarnos mínimamente y refrescarnos un poco, salimos arrastrando los pies a buscar esa enigmática y exitosa pulpería que daba buenas vibraciones, Casa Ezequiel. Es un tugurio familiar grande, ruidoso y mal decorado que vive de su espectacular pulpo a feira, sin lugar a dudas, el mejor pulpo que yo haya comido en mi vida, a años luz de cualquier otro que haya probado en cualquier otro restaurante gallego, en Galicia o fuera de ella. Un merecido homenaje (16 euros dos personas) después del agobio de la cuestecita de marras. El caso es que en la foto no parece nada particular (aparte de que yo soy más de pulpo con cachelos), pero creedme cuando digo que merece la pena hacer el Camino de Santiago única y exclusivamente por parar en Melide a comer pulpo en Ezequiel.


Y lo gracioso del caso es que viendo como lo preparaba la buena mujer no parecía que tuviera mucho secreto...

RECETA DEL PULPO A FEIRA DE "CASA EZEQUIEL"

Ingredientes:
-Un pulpo cocido en agua caliente sin que parezca importar mucho el tiempo que el pobre bicho lleva allí.
-Un bote de Cola-Cao vacío con agujeros gordos en la tapa (hechos con destornillador por lo menos) relleno de sal
-Otro bote de Cola-Cao idéntico al anterior, relleno de pimentón (dulce+picante)
-Aceite marca Uca (ni aceite de oliva extra virgen ni su puta madre).

Procedimiento:
Se agarra el pulpo, se corta en trozos a velocidad de vértigo con unas tijeras sin mucho esmero sobre un plato de madera mugrienta, se espolvorea por encima sin mucho control la sal y el pimentón y se echa un chorro de aceite Uca. Se clavan unos palillos baraturrios para poderlo comer y listo.

Resultado: el pulpo a feira más delicioso del mundo entero. Tal como os lo cuento. A lo mejor va a ser que el secreto está en el pimentón de baratillo y el aceite guarrero.

En fín. El caso es que espero que nos perdonen los puristas por acompañar el pulpo con vino tinto (asqueroso por cierto) en las cuncas (eeeehhh ¿veis cómo domino ya la cultura galega?), pero es que después del pulpo venía la terneraca y otras carnes y la verdad, ni se nos pasó por la cabeza pedir albariño...

Después de comer fuimos a visitar las principales atracciones de Melide, como la placita (Praza do Convento) en la que concurren el Museo da Terra de Melide (antiguo hospital de peregrinos); el Convento del Sancti Spiritus y su iglesia y el Ayuntamiento, muy en plan piedra santiaguera.


El altar de la Iglesia del Sancti Spiritus. Estuvimos husmeando...¿¿pero donde co***** ponían el sello?? Un chasco.
Frente a la Iglesia de San Roque, según subes por la calle principal, te encuentras el cruceiro más antiguo de toda Galicia, del siglo XIV (pero el más hermoso yo creo que es el de Lameiros).

Porque no me jodas que el Cristo no tiene cara de alelao, si parece que le están atracando.
Melide da la impresión de ser un pueblo más que decente pese a su miseria de 9000 habitantes escasos, y tiene oferta de restauración de sobra. Incluso tiene una calle llena de garitos y pubs para la gente que no esté muy cansada (había gente con ánimo para tomarse unas cervezas, como las tres cotorras, pero el albergue cierra a las 10 y necesitas que alguien te abra desde dentro si llegas más tarde). Nosotros cenamos en una pizzería y lo que sobró de la pizza nos los guardamos para desayunar al día siguiente.

Lo más parecido que hay en España a una ciudad de zombies debe ser Melide después del mediodía, con hordas de peregrinos reventados arrastrando las chancletas con el rostro demacrado, sientiendo lástima por los peregrinos rezagados que llegan por la tarde. 

Pese al extremo cansancio, esa tarde aún la disfrutados. El infierno empezaría en la cuarta jornada...

CONTINUARÁ